- Un compromiso se rompe. Una promesa se incumple. Una traición permanece.
El amor a la vida es el más duradero, así como el verdaderamente auténtico.
Si siembras vientos, resguárdate hasta que pase la tempestad.
Los verdaderos amigos dejan de serlo cuando descubren lo cómodo que es tener conocidos.
Están tan cerca el odio y el amor, quepodrían ser hermanos de sangre.
Ser joven es tener ilusión de vivir,intentar conseguir metas, reírse con otros y creer que el tiempo no pasa. Ser viejo es tener prisa por morir, reírse consigo mismo, llorar solo y creer que ya no queda tiempo: Se tenga la edad que se tenga.
La belleza interior es la auténtica,pero muchos prefieren la exterior.
Se es profeta en tierra propia cuando se ha sido triunfador en tierra ajena.
La mente dirige al cuerpo hacia la salud o la enfermedad. Depende de tener o no interés por experimentar la vida.
Si crees en algo, te ayudará a tener motivos para hacer lo que haces. Si creas, tendrás motivos para creer que vives.
El talento es como el dinero: sólo lo tienen algunos privilegiados.
Quien teniendo talento no lo utiliza para enriquecer a los demás, es como quien tiene dinero y muere dejando su tesoro fuera de la mortaja: ésta no tiene bolsillos.
Una forma de ver la vida es riéndose de ella y lo más práctico para vivir muchos años. Al fin y al cabo, si negamos los problemas, dejan de existir.-
Si yo fuera amigo mío, no me fiaría de mí.
Empezó siendo una especie de diario donde contar mis vivencias. Por otra parte, el maltrato de los inocentes animales me conmovió y quise defenderlos... Ahora, después de largo tiempo, será un "cajón de sastre" donde podrás encontrar varios temas: artículos, poemas, vídeos, reflexiones, aforismos y además entradas personales según vayan aconteciendo.
25 de junio de 2011
AFORISMOS III ©
Un Lujo Asiático ©
¿Qué se puede hacer cuando sólose tienen ganas de dejarlo todo? Deseos irrefrenables de desertar, de marcharse sin más, sin explicaciones… Y lo peor: sin que nadie resulte dañado, sin dolor ni remordimientos; que sea un alivio para quienes se supone que una vez estuvieron cerca y que ahora tienen derecho a vivir su vida independiente. Que no sea tomado como un abandono o venganza, sin que nadie se sienta mal por lo que hizo o dejó de hacer…
La decisión se hace tanto más difícil cuanto más piensas en los otros, los que van a seguir viviendo, mal que bien, como ellos y el azar decidan o las circunstancias les condicionen. Me gustaría irme en silencio, sin ninguna parafernalia, sin pena ni gloria, sólo descargar de responsabilidad a cualquier ser que haya podido sentirse cercano a mi persona.
Escuché muchas veces aquello de nadie es imprescindible, lo he llegado a comprobar, es verdad: todo se supera, la vida sigue y la gente se habitúa a una ausencia que ya era, estaba y se convertía paso a paso en deber, obligación, exigencia, en fin… un lastre.
Es una vuelta a los orígenes, al nacer, un tránsito hacia no sé dónde, pero en algún lugar, dimensión, espacio o éter el pensamiento seguirá, la mente procesará ideas aunque no las transmita de manera sonora.
Es una vuelta a los orígenes, al nacer, un tránsito hacia no sé dónde, pero en algún lugar, dimensión, espacio o éter el pensamiento seguirá, la mente procesará ideas aunque no las transmita de manera sonora.
Y si no queda rastro, si todo lo que se encuentra, y ni siquiera eso, si no hay consciencia de ser, entonces la nada; tampoco habría dolor, ni arrepentimiento, deseos de regresar o de nuevamente partir.
Si nadie me necesita, entonces estoy de sobra. Si todo lo que puedo aportar son problemas, conflictos, incomodidades y sacrificios, estoy de más. Es probable que ya muy poca gente me piense… tal vez nadie. Por tanto, no sería una pérdida, y mucho menos irreparable.
Lo he repetido tantas veces… Morir es un lujo asiático.
Mis Queridos Héroes ©
HAY hombres que son héroes un momento por una hazaña difícil y arriesgada, los hay que lo son durante unas horas, un día; y hay millones de héroes anónimos que lo son día a día, todos los días de su vida.
De éstos ignorados héroes anónimos algunos han marcado mi día a día durante años; ellos no se consideran héroes, sino hombres normales, con sus defectos y sus virtudes como todo ser humano. Nunca le dieron importancia a la heroicidad cotidiana, continua y, por eso mismo, poco o nada valorada. Justo es que al menos les exprese mi agradecimiento.
Un hombre, esposo y padre, que se sacrificó durante muchos años por sus hijos, que cuidó de ellos cuando estaban enfermos, los educó en valores cristianos y éticos sin coartar la libertad de pensamiento y elección de los hijos, demostrando por ellos un gran respeto; que durante la adolescencia de esos hijos, con los conflictos generacionales, amén de los que acarrea la convivencia, con derechos y obligaciones, tratando de aplicar criterios que no pudieran interpretarse como contradicción con la madre, pues previamente se ponían de acuerdo.
Un padre que confió plenamente en sus hijos en esa edad peligrosa en que lo que dicen los amigos suele pesar más que lo que dicen los padres, pues la formación humanística transmitida con su ejemplo, conversaciones y lecturas daría su fruto; y no se arrepentiría, pues la confianza no fue defraudada.
Cuando ya medio adultos, los hijos comprenden más la condición humana y la función de los padres, se encuentran ya casi al mismo nivel de conocimientos y con elementos de juicio para discernir y opinar con ideas y criterio propios, las conversaciones se convierten en debates enriquecedores que arrojan luz, tal vez acrisolada por las dudas o la contraposición de opiniones, siempre en el respeto al otro aun disintiendo; un hombre que permitió y animó a sus hijos a seguir su vocación, aunque hubiera deseado que eligieran un camino menos arduo, pues siempre supo la valía de un trabajo deseado, que llenara el vacío de uno impuesto, sin interés vital para ellos, lo que resultaría alienante y a medio y largo plazo, conduciría a la más triste frustración.
Un padre que educa, ilustra, forma, y todo ello respetando la idiosincrasia y la libertad individual de sus hijos… Habrá muchos… no lo sé, quiero suponer que es así; y así fue en este caso.
Cuando la enfermedad invadió su cuerpo, jamás escuchamos una queja hacia nosotros, por el contrario, le quitaba hierro a los síntomas y a los efectos secundarios de los fármacos.
Su paciencia, su no darle importancia a la tragedia que sabía suya, intentar ‘no molestar’ —como si eso hubiera sido posible— llamando o pidiendo algo si él podía, aún con gran esfuerzo, procurárselo, fue proverbial.
En enfermedades previas que curaron, su actitud fue la misma: tratando de agradar, de no causar preocupación, ni siquiera se permitía desahogarse expresando temores que me consta tuvo.
La última fue esa enfermedad insidiosa y casi siempre mortal, que da la cara sólo cuando está ya avanzada y poco puede hacer la medicina. Pues bien, fueron casi dos años; cuando le faltaron fuerzas para sostenerse, con necesidad de veinticuatro horas de oxígeno, él, que siempre fue apoyo, tuvo la humildad de dejarse apoyar con cierto pudor, y siempre con una mirada agradecida y la expresión limpia, como su espíritu y su mirada.
De ingresos hospitalarios, pruebas, pinchazos, agujas y catéteres, sueros y medicamentos agresivos, a casa, a su cama —¡qué bien se está aquí— decía al volver. Y aún ocupaba un rato su sillón para compartir ratos con nosotros.
De ingresos hospitalarios, pruebas, pinchazos, agujas y catéteres, sueros y medicamentos agresivos, a casa, a su cama —¡qué bien se está aquí— decía al volver. Y aún ocupaba un rato su sillón para compartir ratos con nosotros.
Al final, hospitalizado, ya al límite de sus fuerzas, necesitó sedación. Morfina. Fue cuando tuvo la certeza de que la partida estaba próxima, y si me preguntan qué fue más doloroso, diría que el momento en que abriendo los brazos, sin hablar, no sé si por la emoción o la debilidad, se despidió de nuestros hijos en un largo abrazo indescriptible con el dolor moral en la mirada. Después, de mí. Sus últimas palabras, susurrantes, fueron “te quiero muchísimo”, antes de que la morfina hiciera su efecto. También me despedí más que con palabras que me costaba articular, con un ‘te quiero’ y mirando cómo se me iba, quise beber sus lágrimas apenas asomadas y contuve las mías: “Te prometo que pronto estarás mejor, estarás bien, te lo prometo”.
No pasaron dos días cuando partió hacia el Amor Divino. No dejé de hablarle, de estar junto a él, teniendo su mano y con la suya en mi corazón. Le canté canciones de cuando nos conocimos, las que le gustaban, alguna que interpretábamos a dúo de novios… Cuando por enésima vez mojé sus labios secos, a pesar del suero, percibí el movimiento de succionar el líquido, sonrió dormido y exhaló, sin estertor alguno, un soplo que respiré mientras le preguntaba si ya se iba… Su rostro resplandecía de paz, sosiego, no había un gesto de dolor ni angustia… Me despedí jurándole cuidar de nuestros hijos, y prometiendo que allá donde se encuentre, iré yo cuando me llegue el momento.
Entonces llamé a nuestros hijos —les había mandado a la cafetería a tomar algo caliente—, les avancé la noticia y entraron serios, pero serenos. Los delataba el movimiento de la garganta al tragar saliva. Tampoco lloré entonces.
Días después, mi hijo mayor trajo la noticia: recidiva del sarcoma sinovial que se le había extirpado dos años atrás y que tanto afectó a su padre. Fue la segunda intervención. Su brazo derecho quedaría más mermado de funciones. Pero no pararía ahí la cosa: no habrían pasado ni quince días cuando se detecta otro tumor, otra recidiva… Y esta vez, el remedio no podía ser otro que cortar por lo sano. No exagero si les digo que creí morir. Diez días después, le intervinieron. El brazo derecho amputado por encima del codo.
Todos quedamos sorprendidos por la reacción, inusual en estos casos, de normalidad, de la naturalidad con que incluso hacía humor de sí mismo. Temí que fuera una euforia por estrés postraumático y también los médicos… Pero no. A día de hoy, sigue siendo el mismo anímicamente, lo asume con tal longanimidad que asusta. Y causa admiración.
Antes de la operación, estuvo yendo a pescar con su esposa, con amigos, y… compró una caña para poder pescar con una sola mano.
Su hermano —difícil su situación, y también heróica— fue y es el bálsamo de todos; de su padre, su hermano y mío; apoyando, compartiendo, sin una queja ni una lágrima, fuerte en apariencia, aunque su delgadez se incrementaba por momentos, reflejo de lo mal que lo estaba pasando. Sin quejas ni aspavientos, quedándose a dormir con su hermano hospitalizado, charlando con él y su cuñada animándolos, riendo y… con tanto amor y olvido de sí mismo. El más pequeño… y tan grande.
Esos tres hombres son mis héroes, por ellos y con ellos he sufrido, he sido feliz, he llorado y he asumido —creo— los zarandeos que prefiero atribuir al azar, a la mala suerte.
Sólo lo irreversible es aceptado antes o después, por lo que tiene remedio se lucha; ante la desgracia, uno se rebela, lo niega, no da crédito a que esté pasando y se pregunta ¿por qué a mí. Por qué a ellos?, se desespera y vuelve a preguntarse ¿Por qué no a mí? Hasta que la realidad se impone por evidencia y entre lágrimas secas se empieza a asumir con inmensa tristeza, el duelo hay que pasarlo y estará un tiempo apretando el corazón. El dolor, como el amor, es intransferible… Y en ello estamos los tres, mis dos hijos y yo, y él, desde la Casa del Padre, sonreirá tratando de hacernos entender que esto es un tránsito, que morir es como nacer, algo natural, y espera el tiempo en que volvamos a estar juntos, mientras desde donde se encuentra, sigue cuidándonos.
Ahora ya saben por qué no podía escribir, me era imposible. Les pido disculpas por este regreso cargado de sentimiento emocional: tenía que hacerlo, tenía una deuda con mis héroes anónimos para el resto del mundo. Y quiero rendir un homenaje a todos los héroes anónimos que van por la existencia como si no pasara nada, aun teniendo el corazón en carne viva.
PD: Hace tres años, mi hijo Juan falleció. No podré olvidarlo nunca... ni quiero. Hoy estará junto a su padre, a quien amaba con locura. Quedamos mi hijo menor y... yo; y aquí sigo por él, porque no puedo hacerle sufrir. Si no fuera así, ya hubiera desertado.
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PD: Hace tres años, mi hijo Juan falleció. No podré olvidarlo nunca... ni quiero. Hoy estará junto a su padre, a quien amaba con locura. Quedamos mi hijo menor y... yo; y aquí sigo por él, porque no puedo hacerle sufrir. Si no fuera así, ya hubiera desertado.
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INJUSTICIA
Irena Sendler
ha muerto. La heroína que salvó la vida a miles de niños que iban a
asesinar los nazis durante la II guerra mundial, arriesgó su vida,
escondió a los niños, guardó sus nombres y, al finalizar la guerra
buscó a los familiares. Los nazis la torturaron, le rompieron los
huesos; pero ella siguió en su empeño. Propuesta para el Nobel de la
Paz, en su lugar se lo concedieron a Al Gore. Hoy son muchos los que niegan el Holocausto,
incluso historiadores. Si no luchamos contra el olvido, dentro de unos
años las generaciones venideras creerán que fue un mito, un montaje, la
infamia no puede, no debe triunfar. Difundir por toda la Tierra la
verdad de la matanza, del Holocausto, es un deber, para que el mundo no
vuelva a mirar hacia otro lado cuando están sucediendo crímenes contra
la Humanidad, que si se niegan, quedarán impunes.
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FLEMING, HISTORIA REAL
La
historia de una serie de acontecimientos que hicieron del pequeño
Alexander Fleming, hijo de un granjero, un prestigioso médico e
investigador, descubridor del primer antibiótico: la penicilina.
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Aforismos II ©
- Los pretextos son las mentiras más crueles, además de insultos a la inteligencia.
- El amor puede nacer, crecer, pero nunca muere: es asesinado.
- El intercambio sexual o es una profunda conversación o se convierte en una transacción comercial de trueque.
- No recuerdo quién dijo que bajo las sábanas carece de importancia la identidad. Mintió.
- Las heridas de amores mentidos no dejan de supurar. Jamás cicatrizan, como los desgarros. No hay injerto válido, salvo la propia piel del alma.
- El hedonismo tiene el riesgo de terminar en hastío. Y para éste no hay antídoto.
- Dos miradas que siguieron la misma dirección se hieren al mirarse frente a frente, si la dirección fue la equivocada.
- Cuando se consigue adormecer la conciencia, la felicidad, aunque espejismo, aparenta ser cierta.
- ¿Es el hombre física y química? Si es así, la mujer es alquimia.
- Si las almas se comunican, el lenguaje de los cuerpos es el complemento entre espíritu y materia. Ésta se sublima en la unión plena y desinteresada.
- Si todo vale en el amor y en la guerra, ¿hay algo válido en el desamor?
- Unos ojos dolientes pueden ser las ventanas de un espíritu especial. Otras veces son tan sólo un escenario.
- "Mejor ser engañado que engañar". ¿Y no sería más rentable si fuera a la inversa? Praxis.
- Los pactos están para romperlos, siempre que el acuerdo sea recíproco.
- Aquél que asciende sobre escalones humanos deja huellas de cadaverina aunque se cambie de zapatos.
- No vivo la vida. Ella me vive a mí.
- La próxima vez que nazca seré caballo y me llamaré "Julia”.
- Quizás el árbol no me deje ver el bosque; pero es que el bosque no me interesa.
- Si eres tonto, te utilizarán. Si inteligente, te temerán. De todos modos, tratarán de destruirte.
- Algo que puedo odiar: los intereses creados. Es casi imposible luchar contra ellos; y con ellos, terminas corrompiéndote.
- Cuando el corazón piensa deja de serlo para convertirse en una calculadora.
- Cuando nos resistimos a correr un riesgo, perdemos parte del futuro.
- Ser estúpido resulta rentable muchas veces. Hacerse el estúpido es la estrategia de oportunistas inteligentes.
- Una paloma arriesga en su vuelo tanto como al posarse en el suelo: pero se sabe libre.
- El libre albedrío suele estar coartado por prejuicios ajenos, si no lo está por conveniencia propia.
- "Los amores cobardes" no llegan a ser amores, simplemente a represiones.
- Vencer el miedo a la diferencia, a la distancia, a la inestabilidad, es decisión de aventureros o valientes. También de quienes tratan de cambiar la rutina de una existencia cubierta por sucedáneos.
- Los sucedáneos pueden convencer de que llenan la vida; hasta que, de pronto, se descubre su falso sabor.
- Si en el amor entra la gratitud como ingrediente básico se le ha dado un falso nombre.
- La verdadera amistad se constata cuando la entrega supera a la comodidad.
- Si te dicen que ocupas el tercer lugar en el afecto de alguien, arráncalo de tu corazón: el otro corazón está compuesto de escalones.
- Aborrezco las actitudes conformistas: son las que hacen permanentes la injusticia.
- Cuando los placeres de los sentidos se anteponen a los del espíritu, pobres placeres corporales. Según sacian el cuerpo vacían el alma. A menos que ésta se encuentre sometida por un empobrecimiento progresivo.
- Creí el talento un don inestimable y único. ¿Puedo haber confundido el talento con el oficio?
- No es posible amar sin admiración. Mas... ¿qué se admira? Habría que conocer los recovecos de las escalas de valores.
- El enamoramiento es la venda que cubre de valores; si la venda se desprende tropezamos con la cruda realidad.
- El sexo sin amor es una necesidad fisiológica. El amor sin sexo, comunicación incompleta. La conversación simultánea y recíproca de cuerpo y alma puede que sea amor.
- Las bellas palabras suelen tener la crueldad del artificio. Lo penoso es cómo se siente el engaño.
- Si volviera a nacer elegiría ser una planta y depender del sol y de la lluvia. Ellos no hacen distingos.
- Comparar a una persona con otra alabando a una —la placentera— y devaluando a la otra —la pensadora— no deja de ser, además de una elección, una canallada.
- Si un hombre, (o viceversa) una vez utilizada la mujer (o viceversa), la deja en la cuneta de su vida, es preferible colarse por la alcantarilla. Irá a formar parte de la camada de ratas, pues como tal la han tratado.
- Los experimentos con animales son crueles y cruentos. Los experimentos con seres humanos, sin ser evidentes, son crueles y cruentos además de indemostrables. Por eso quedan impunes.
- "Nada se destruye; todo se transforma". También el afecto: en indiferencia y hasta en odio.
- Compañero, tardé una existencia en buscar y encontrar el amor. Pero ignoraba que existen personas incapaces de amar.
- Resulta más difícil morir que matar. Pareciera que la vida se aferrara al cuerpo.
- El dolor físico responde a la anestesia. El del alma sólo puede recurrir a la eutanasia.
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El Atropello ©
SALIMOS del parque, nos dirigíamos hacia el paso de peatones cuando el perro se paró en seco. Justo en la esquina, estaba tirado, como si durmiera, pero la cabeza laxa y los miembros inmóviles y relajados dejaban claro que había sido atropellado. Posiblemente algún coche a gran velocidad para aprovechar el semáforo en ámbar.
— ¿Lo vamos a dejar ahí? ¿No vamos a avisar? — Preguntó mi hijo.
— Ya lo hará alguien, — contesté — aunque deberíamos hacerlo.
Mi perro no quería avanzar en dirección al semáforo, por lo que tuvimos que dar un rodeo.
En la esquina contigua, un grupo hablaba animadamente frente a la puerta de la cafetería. La gente pasaba sin percatarse de la presencia del cadáver. Porque, sin duda, estaba muerto. Nosotros también lo eludimos.
“No somos distintos a los demás”, pensé. Mi hijo me dijo: ¡No mires! “Me da pena”, contesté. El perro gemía, a la vez que se retiraba tirando de la correa hacia otro lado.
Durante todo el recorrido no intercambiamos palabra alguna. Sólo al llegar a casa lo comentamos.
— Es que van como locos, como si fuera una autopista.
— Seguro que el tipo ni se molestó en frenar... Ni siquiera paró.
En la esquina de la acera seguían, secándose al sol primaveral, los restos del desventurado gato.
COSTA DA MORTE ©
Siento vergüenza, rabia e impotencia ante la situación de millones de personas condenadas a morir de hambre, de enfermedades erradicadas hace décadas en el primer mundo, a causa de guerras no reconocidas y deliberadamente olvidadas… No sólo el SIDA hace estragos en África, la hambruna, la violencia, el desplazamiento de miles de personas hacia tierras limítrofes con países vecinos para esperar la “ayuda humanitaria” que no llega y es insuficiente para evitar la muerte lenta y dolorosa de una legión de seres humanos.
Me avergüenza la ligereza con que se informa del éxodo hacia Europa de los llamados “sin papeles” o “ilegales”, empezando por el detalle nada casual de la terminología que, como alguna vez he señalado, es estratégica a fin de despersonalizar a seres humanos de carne y hueso, como nosotros, como nuestros hijos, miles de los cuales van llenando la fosa común de las aguas del Estrecho.
La situación se ha dejado llegar al límite, se dejó pudrir mientras los gobiernos de los países privilegiados se beneficiaban a costa de comerciar con carne humana, (para qué explicar la metáfora), enriquecerse con la venta de armas a países en conflicto bélico, guerras civiles y gobiernos dictatoriales y criminales.
Ahora se levantan alambradas de espino (como la corona bufa que incrustaron en la frente de Jesucristo) para impedir que los desesperados entren en el paraíso europeo. Un paraíso donde se conformarán —los que no terminan engullidos por el mar, detenidos y deportados a tierra de nadie— con un trabajo en condiciones infrahumanas, míseramente pagado y en régimen de una no tan nueva esclavitud.
Se alzan voces contra el muro que levanta Sharon para aislar a los palestinos; las alambradas, elevadas varios metros más y coronadas de alambre de espino, constituyen otra vergüenza que la comunidad internacional mira con indiferencia.
El trato diferente que reciben los magrebíes y peor los subsaharianos, porque se diga lo que se quiera, el racismo está presente en la base de la explotación de personas consideradas distintas, despojadas de derechos simplemente por el color de la piel, el estado de necesidad, la pobreza extrema, el miedo y la desesperación por sobrevivir a cualquier precio, aunque éste sea tan alto y valioso como la propia vida.
Es sabido que los empobrecidos de la Tierra no están ocupando zonas inhóspitas por casualidad. Desde tiempos tribales, los grupos más fuertes, mejor armados y por tanto, más poderosos, fueron desplazando a los más débiles para ocupar las zonas templadas del globo, las más productivas y con climas propicios para la vida y la producción de riqueza natural y después comercial e industrial. Así, las selvas y desiertos de hielo o arena se fueron poblando de sobrevivientes cuya esperanza de vida no llega ni a la mitad de la de un occidental.
Pero eso era insuficiente para los países depredadores, los que se arrogan el derecho de ocupar y explotar las riquezas naturales ajenas, en su afán expansionista.
Ladinamente se le llamó colonización, cuando se trataba de una ocupación ilegítima u depredadora, de territorios donde pudieron asentarse los desplazados por los poderosos.
La bicoca resulta redonda: se explotan tierras, minas, plantaciones y seres humanos como mano de obra, las riquezas naturales se elaboran para después crear un mercado de productos industriales, vendidos a precios abusivos a sus legítimos dueños.
Cómo iba a interesar a los países privilegiados establecer fábricas, fomentar la industria y formar a la población sometida, de modo que pudieran llegar a tener un sistema económico autosuficiente; sería acabar a medio o largo plazo con el chollo. No convenía que supieran demasiado.
Y cuando ya está todo esquilmado, cuando se ven forzados a dejar el país ocupado, se cuidan bien de dejarlo en manos de dictadores, aliados que garanticen seguir suministrándoles riquezas a cambio de armamento y de ignorar los desmanes, la corrupción, los crímenes, y de endeudar al país “colonizado” de modo que sea un satélite útil económica y estratégicamente.
La mayoría de las guerras, y tampoco es casual, se montan en terceros países: véase Vietnam, Corea, Angola, Afganistán y un sinfín de guerras en África y extremo y medio oriente. Por no nombrar los conflictos de América Latina, coadyuvados por el intervencionismo del poderoso Tío Sam.
Nos horrorizamos por el Holocausto judío, y no debemos olvidarlo, por el régimen de Pol-pot o Castro, pero el contínuo Holocausto que literalmente desangra África, las hambrunas mortales, la ínfima calidad (si así puede llamarse) de vida, más bien supervivencia, de los diferentes, los empobrecidos, sometidos por el sistema dominante… ni siquiera tiene nombre. Los regímenes genocidas de los pinochets, somozas o videlas, no merecieron la intervención de la OTAN, para qué liberar a aliados útiles si no había oro negro.
Países europeos hegemónicos comercian con el mismo diablo, venden armas, obtienen petróleo… al infierno con la población, que hay demasiados pobres, y ya se sabe que no son nada útiles, a no ser que lleven un arma en las manos y disparen contra “el enemigo”. Ayer, como quien dice, se establecían pactos y negocios inconfesables con quienes hoy constituyen el enemigo común de occidente.
Pues bien: los gobiernos se preocupan, están alarmados por la “avalancha” de ‘ilegales’ y ‘sin papeles’ —hombres, mujeres y niños de carne y hueso— supuestamente amparados por la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Esa gente que pretende trabajar para poder comer aunque sea poco, alimentar a sus hijos, aunque vayan a morir por desnutrición y víctimas de enfermedades, por falta de vacunas que las multinacionales no les van a vender a menor precio.
Y es imparable. La desesperación de quienes no tienen nada que perder, puede que tampoco qué ganar, pero que al menos intentan existir, no la va a detener ni una alambrada ni un ejército. La solución pasa por dotar a los países en tales situaciones límite de medios para el desarrollo sostenible, formar técnicos y trabajadores eficaces, invertir en educación y formación para conseguir la autosuficiencia económica y el equilibrio, mediante un sistema de justicia social, principios de cooperación y solidaridad… condonar la deuda externa para empezar.
Mientras eso se produce, son los gobiernos los que tienen que atender la urgencia, parar la hambruna (no saldría más caro que lanzar un satélite al espacio) e intervención de la ONU (cascos azules) para detener las masacres…
Las ONGs, hoy son imprescindibles, para paliar la vergonzosa sangría de los desheredados. Aunque a medio y largo plazo, deberían ser innecesarias, siendo los gobiernos de los países ricos quienes se ocupen no sólo de paliarlo, sino de solucionarlo. No se trata de caridad, sino de justicia.
Porque mientras los poderosos laven su conciencia, ¿la tendrán?, con subvenciones a las ONGs, que vienen a ser el chocolate del loro, se van a seguir llamando andanas, y la población seguirá protestando por esto o aquello, por la contaminación de las mareas negras… Y es hora de que exijamos a los gobiernos que aborden ya medidas urgentes humanitarias primero, de formación y desarrollo a la par o inmediatamente después, o se llegará a disparar contra los desesperados, víctimas del canibalismo económico-social del primer mundo, tan alarmado por la posible pérdida de privilegios.
Así como se gritó “nunca mais” cuando la Costa da Morte fue invadida por la marea negra del Prestige, tenemos la obligación de gritar “nunca mais”, hasta dejar sordos a los gobernantes, antes de que los cadáveres desborden la fosa común de los miles de ahogados en el Estrecho, y los desiertos se conviertan en fértiles, abonados por los cadáveres de los hambrientos. Hace demasiado que el Mediterráneo es la verdadera costa de la muerte.
Y nosotros, haciendo dietas y mirándonos el ombligo. ©
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NANA ©
Ositos de peluche,
Gatitos blancos,
Azahares floridos,
polvos de talco.
Pétalos de magnolia,
Fresas pequeñas,
Rodeando tu cuna
Mientras tú sueñas.
Algodones de azúcar,
Manzanas tiernas,
Tiovivos, cascabeles,
Sábanas frescas.
Caballitos trotones,Cuando despiertas.
Lápices de colores,
Azul de cielo,
Pañolitos de seda,
Cantos de amores,
Para tenerte en brazos
Y que no llores.
Cuando quieras la Luna
Y no la alcances,
Te bajaré un lucero
Para alumbrarte.
Que te quiero, mi niño,
Que así te quiero. ©
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Coli - Tobi
Despuésde seis meses de haber fallecido mi Coli, mi perrito, el que estuvo compartiendo nuestra vida, casa, alegrías y tristezas, he adoptado a Tobi. Llevaba tiempo en la perrera municipal. Hasta llegar, había estado por las calles, abandonado por algún desalmado que considera a los perros como si fueran objetos, juguetes, o peor: el esclavo que es sometido, maltratado y, por último, abandonado a su suerte.
Pasó tiempo por las calles. Tuvo que ser apaleado, pateado, pues las secuelas se captan por las actitudes de miedo, ponerse a la defensiva, temblar cuando ve a alguien (sobre todo hombres y jóvenes) portando un bastón o algo parecido a un palo. Tiene miedo cuando alguien levanta una pierna o simplemente las cruza; señal de que ha recibido patadas. Me está costando que pierda el miedo y por ende, la actitud defensiva de ladrar, ponerse muy nervioso con todo ello. Pero es un perro muy listo, enseguida atiende y aprende lo que le indicas, casi diría que se esmera con tal de contentar, bien a mis hijos, o a mí. Pasó hambre, sin duda. Comía compulsivamente y cuando en algún momento me ausenté de casa, lo hallé nervioso, saltos, gemidos, como si se sintiera abandonado de nuevo, y creo que aún no tiene claro que se va a quedar para siempre en casa, conmigo, y que cuidaremos de él siempre. Es tan agradecido y mimoso, que se hace querer necesariamente.
Eso no quiere decir que carezca de carácter, todo lo contrario. Si no se le frena, él llevaría la voz cantante. En eso estamos. Acostumbrándolo a que mis hijos y yo somos sus amigos, protectores y que él es uno más de la familia y tan querido como lo fue Coli, al que no olvidaremos jamás.
He de reconocer que, de no ser por Tobi, aún estaría sin salir apenas, lamiéndome las heridas y sin ver la salida de ese agujero oscuro donde la vida nos obliga a quedarnos cuando se pone tan amarga que el acíbar resulta que una golosina.
Ahora Tobi se ocupa de sacarme, de hacer que me sienta necesaria porque él me necesita… Está siempre a mi lado, menos cuando de noche cerrada, lo suelto y recorre el pequeño parque marcando un territorio que será del siguiente perro que vaya a marcar el suyo… en realidad es de todos y lo saben. Entonces tengo que silbar y llamarle con cierta insistencia. Aunque reconozco que tener que pasear atado no es ni paseo ni nada que se le parezca, pero así están las cosas…
Él me ha dado vida cuando ya la daba por perdida en la rutina de dejar pasar el tiempo, la abulia, el no importa ya nada… desánimo y tristeza parece que vienen menos al pensamiento. Sólo escuchar su respiración sosegada cuando duerme, me dice que no estoy sola, que alguien muy importante para mí me quiere y me necesita. Sí, tengo hijos a los que quiero muchísimo, y ellos a mí… pero tengo que dejar que realicen su vida, que decidan, no condicionarlos… Tal vez alguna vez necesiten de mí, pero tienen que ser libres para decidir e incluso equivocarse.
Ahora Tobi se ocupa de sacarme, de hacer que me sienta necesaria porque él me necesita… Está siempre a mi lado, menos cuando de noche cerrada, lo suelto y recorre el pequeño parque marcando un territorio que será del siguiente perro que vaya a marcar el suyo… en realidad es de todos y lo saben. Entonces tengo que silbar y llamarle con cierta insistencia. Aunque reconozco que tener que pasear atado no es ni paseo ni nada que se le parezca, pero así están las cosas…
Él me ha dado vida cuando ya la daba por perdida en la rutina de dejar pasar el tiempo, la abulia, el no importa ya nada… desánimo y tristeza parece que vienen menos al pensamiento. Sólo escuchar su respiración sosegada cuando duerme, me dice que no estoy sola, que alguien muy importante para mí me quiere y me necesita. Sí, tengo hijos a los que quiero muchísimo, y ellos a mí… pero tengo que dejar que realicen su vida, que decidan, no condicionarlos… Tal vez alguna vez necesiten de mí, pero tienen que ser libres para decidir e incluso equivocarse.
Tobi me ha dado, o tal vez ha ampliado un móvil para continuar viviendo.
Educando a Toby ©
Aquí está Juan, educando a Toby/i (Yo lo pongo sin Y, con i latina).
Se llamaba Boby, pero, cosas de Julen, le quiso llamar Tobi... como coinciden las vocales, enseguida se reconoció en su nombre.
Como comprobaréis, Juan es un amante de los animales, como todos en casa; en la suya está la minina (Bagheera pues se parece a la pantera de El Libro de la Selva, eso dicen ellos y doy fé, tras los arañazos, mordiscos y acorralamientos varios por parte de la ingrata mini (hacia mí, ella quería estar con los chicos).
Juan es especial, los animales le quieren y de pequeño, domesticaba hasta caracoles. Tiene bastante sentido del humor a pesar de todo, y claro, el video lo hizo él... Como decía que estaba "vago" dura dos minutos. Prometió que más adelante hará alguno con más tiempo y detalles.
El mejor perro es el adoptado de una perrera o de la calle. Son listísimos, nobles, agradecidos, fieles... y hasta guapos. A Tobi aún le quedan secuelas de cuando estuvo abandonado por las calles, fue maltratado... Pero le aplicamos terapia de cariño, disciplina pero con refuerzo positivo —decirle que es buen perrito, acariciarle, y algún premio chiquito— cuando hace las cosas que le dices.
Estoy acostumbrándole a ir a mi paso o tendría que ir corriendo. Él ha conseguido que salga y camine al menos tres veces al día —a veces cuatro o más—, que vuelva a relacionarme con la gente y que no piense constantemente en cosas tristes.
Es cierto que ahora me levanto antes, no me siento sola y sí necesaria para Tobi, —mis hijos ya independientes... aunque vienen, creo que cada vez me necesitan menos.
Y todo el mundo sabe que si alguien no tiene quien le necesite la vida carece de sentido, y si además de necesitar, ofrecen afecto, cariño, entonces la completan mucho más a pesar de haber perdido a seres tan queridos que uno piensa que jamás volverá a levantar cabeza, pero la realidad es muy terca, nos hace ver clamente que no se puede volver atrás. Y si miramos hacia delante y sentimos que nadie piensa en uno, que no te necesitan, que a lo peor ni siquiera existes para alguien, ¿para qué entonces seguir luchando?
Sobrevivir no es vivir. Por tanto, es imprescindible llenarnos dando de nosotros los cuidados, la atención, el afecto, apoyo... a quienes lo necesitan. En este caso, Tobi.
Sobrevivir no es vivir. Por tanto, es imprescindible llenarnos dando de nosotros los cuidados, la atención, el afecto, apoyo... a quienes lo necesitan. En este caso, Tobi.
Creo que, sin exagerar, me está salvando la vida.
24 de junio de 2011
EL PACTO ©
Bajé al abismo oscuro,
Busqué a Mephisto entre asfixiante azufre:
—¿Qué osadía te trae hasta mis lares?
—Interrogó curioso—
—Un pacto he de firmar, aunque tu precio
fuere el más oneroso —dije al diablo.
—Dispuesto estoy —contestó— mi precio es bajo;
confíame tu anhelo. —Quiero ser
mujer la más hermosa de la tierra,
y si existe, del cielo.
—Puedo hacerte eternamente bella, seductora,
la estrella más brillante de todo el Universo...
Pero a cambio —sonrió malevolente—,
has de pagar mi precio.
—Dilo pues, tengo prisa, el tiempo apremia.
—Sólo es un sentimiento: el amor,
me quedaré con ello.
—No, Mephisto, el precio
es demasiado alto
—No hay trato, —contesté—
nada puede ser bello sin amor:
Tal vez, un envoltorio casquivano. ©
EPÍLOGO ©
Lo admiré de un costado a otro costado
hasta mi anulación, en necia entrega.
hasta mi anulación, en necia entrega.
Y ahora, hoy que lo sé humano,
ahora que he aprendido sus flaquezas,
ahora que he aprendido sus flaquezas,
a amarlas, también a hacerlas mías,
zafa mi mano de la suya, la arranca
zafa mi mano de la suya, la arranca
en un gesto soberbio que me dice
lo que piensa: "¿Y quién te necesita?"
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Vampiros afectivos ©
La antigua estrategia del victimismo es terriblemente efectiva y dañina; la víctima y el verdugo se confunden. Son tantas las personas que son víctimas del victimismo (valga la redundancia) que llegan a sentirse culpables durante toda su vida, es decir: se sienten y se creen verdugos.
La táctica del vampiro afectivo, muchas veces inconsciente, aunque la mayoría de ellas a plena conciencia, es hacer que otros se sientan culpables. De lo que sea: de la tristeza, de su enfado, del fracaso, de ser en realidad, alguien humano y con miserias humanas. Es una cadena sutil que como un sedal invisible ata las muñecas y tobillos del “verdugo”, que no se sabe víctima de un vampirismo afectivo que le hace sentirse obligado a depender de la presunta víctima, cuando realmente es el supuesto culpabilizado y “culpable” quien se ve obligado por sí mismo, inducido por el sentimiento de culpa transferido, a ser el dependiente.
Los que ejercen el victimismo normalmente aparentan una debilidad tanto física como afectiva. Recurren al llanto, al reproche solapado, nunca dicen con claridad que los otros “son culpables”. Es más sutil que eso: hacen que se sientan culpables. Son avezados parásitos de conciencias ajenas dominadas por el perfecto ejercicio del victimismo.
En principio, las quejas, el silencio y el rostro apenado, miradas hacia el suelo, apatía y suspiros. Si eso no resulta, el pataleo, la crisis e incluso el chantaje moral expresando de manera dramática lo mal que se sienten por la actitud del ‘verdugo’.
Llega un momento en que el objeto del chantaje se siente culpable y en débito eterno con el supuesto dañado: la “víctima”, quien consigue que los demás se sientan culpables y, al fin, verdugos, lo que hace que se conviertan en esclavos inconscientes de la supuesta víctima.
La dependencia va en aumento, la mala conciencia — errónea — trabaja en contra del autorreconocido ‘verdugo’. La víctima, triunfante, se mostrará condescendiente, consolará a su verdugo, haciendo que siga sintiendo e incrementando su asumida culpabilidad y se resigne a someterse a su voluntad. Si no abre los ojos, si nadie le hace ver la verdad, la realidad y la insidiosa estrategia de la “víctima”, jamás será una persona libre.
Ejerciendo el papel público de fuerte, es el débil y sometido. La “víctima”, públicamente, lo seguirá siendo, aunque en su fuero interno sepa a la perfección que en verdad es apariencia. Pero ésta condiciona, crea partidarios; es compadecida, y el esclavo-verdugo denostado por la mayoría, incluído su yo íntimo. Es la peor de las servidumbres, ser esclavo de un vampiro afectivo que exige, se ‘alimenta’ a costa del otro y es incapar de dar o darse.
Existe una vacuna contra el victimismo y el trueque falso de roles: hacer un análisis profundo y objetivo, descubrir que se está siendo objeto de un chantaje y negarse a él a pesar de los continuos intentos de la “víctima”. Ésta, al no conseguir los resultados pretendidos, descubre su verdadera intención, su personalidad sale con ímpetu y reacciona violentamente, de palabra o de obra, y el odio surge al sentirse descubierta.
Merece la pena descubrir que no se es verdugo y empezar a sentirse libre, a pesar de tener entonces que asumir la realidad, a sentir la indiferencia dolorosa por quien ejerció de víctima, con riesgo de sentir un irremediable resquemor hacia quien laceró su espíritu y lo dejó tatuado, degradando su autoestima: el auténtico verdugo.
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