La hija del famoso académico y fisiólogo soviético Iván Pavlov,
Valentina Yermakova, dedica su vida a salvar perros, en un acto de
penitencia por los sacrificios de animales que había practicado su padre en
aras de la ciencia.
"De niña no entendía por qué desaparecían
cada mes los perritos que vivían en nuestra casa. Y cuando supe a qué se
dedicaba mi padre decidí penar sus pecados. Renuncié a mi carrera de actriz de
cine y dediqué mi vida a salvar animales", relató el
lunes en una entrevista en el diario "Moskovski
Komsomolets".
Su madre tenía 19 años cuando en 1927 empezó a trabajar como
ayudante en el laboratorio de Pávlov, quien entonces tenía 77 y trabajaba en su
conocida teoría sobre los reflejos condicionados de los perros.
De niña no entendía por qué desaparecían los perritos que vivían
en nuestra casa y cuando supe a que se dedicaba mi padre, decidí penar sus
pecados.
Ambos se enamoraron, empezaron a vivir juntos, y seis años más
tarde nació Valentina, pero su madre guardó el secreto durante toda la vida, y
sólo antes de morir, hace dos décadas, reveló a su hija quién había sido su
padre.
Fue entonces cuando Valentina vendió su piso en el centro de San
Petersburgo, compró una casucha con una pequeña parcela en el poblado Kirovets-2, a cuarenta kilómetros de la
ciudad, y se dedicó a recoger y a curar a animales abandonados, enfermos y
heridos.
Hoy, alberga en su parcela a unos sesenta perros, cuarenta gatos
y una veintena de pájaros y aves de corral a los que no consigue encontrar
nuevos dueños, puesto que casi todos son minusválidos.
"Por los perros, he renunciado a mi vida
familiar. Mi primer marido vive ahora en San Francisco, y el segundo emigró a
Australia. Me visitó hace varios meses y me pidió que me fuera con él. Pero,
¿qué haría con todos estos animales, y con otros heridos y mutilados que me
trae la gente casi cada mes?", relata.
Un vecino y varios voluntarios de San Petersburgo le ayudan a
alimentar a los animales, le traen comida y medicamentos, pero la
octogenaria mujer se pregunta qué será de sus mascotas cuando ella ya no tenga
fuerzas para cuidarlos.
De su infancia recuerda a los numerosos perros que vivieron en
el apartamento en el que Pavlov alojó a su madre en el recinto del Instituto de
Medicina Experimental y las confusas explicaciones que le daban los adultos
cuando esos animales desaparecían.
Pavlov murió en 1936, en medio de rumores sobre su posible
envenenamiento en medio de las purgas estalinistas o bien víctima de algún
veneno que él mismo ensayaba en animales.
Mi padre murió empeñándose en cruzar al mono con
el hombre.
"Mamá contaba que en los últimos años mi
padre sufría acosos debido a que había empezado a experimentar con los monos y
se había empeñado en cruzar al mono con
el hombre, lo que despertó indignación en los círculos científicos", relata
Valentina. No obstante, —cuenta—, Pavlov logró encontrar a una mujer dispuesta
a someterse a tan extravagante estudio, "pero desde las alturas del
poder llegó la orden de prohibir ese experimento".
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