23 de junio de 2011

MAGRITTE, PADRE DEL SURREALISMO

René Magritte (1898-1967) es un pintor muy popular. Pero mal conocido. De su obra, dispersa en decenas de museos y domicilios privados, se saben fragmentos, divulgados a veces hasta una saturación cansina. A quien supiera de Dalí por sus relojes blandos, la antológica de 1992 le sería una revelación.


Tras desentrañar los objetos y agotar las posibilidades de su colocación distorsionada, encuentra una nueva plataforma: los objetos -a veces figuras humanas- pueden "convertirse gradualmente en otra cosa, un objeto se funde en otro objeto distinto a sí mismo", narra el artista.Sabe que "cada cosa que vemos oculta otra" y pinta la Luna en primer plano, ante el árbol, cuando debería permanecer escondida tras sus ramas. Busca "ver lo oculto a través de lo que vernos": interpone una manzana ante los ojos del personaje retratado.Y debela, crítico, a los bienestantes locales en la serie de hombres huecos tocados con bombín: El amigo del orden, El feliz mecenas, El poeta recompensado. Alguien reparará también en su única pintura militante, La dialéctica aplicada (1944). Es una tela dividida en dos: a la izquierda, la Wermacht triunfante; a la derecha, los mismos soldados, hechos jirones. Incluso ahí rezuma poesía.

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