Queridísimo hijo mío: Te fuiste y me dejaste en esta tierra de
lágrimas, dolor y sufrimiento; sé que no quieres que suframos por tu partida, y
trato de cumplir tus deseos. Sé que ahora estás bien, que serás feliz junto a
tu padre, que nos dejó antes. Él, te habrá recibido, y también que algún
día, no muy lejano, cuando llegue mi hora, volveremos a encontrarnos en la
verdadera vida, donde no existe la enfermedad, ni el dolor ni la muerte.
Entonces nos abrazaremos en la vida verdadera y nunca más estaremos tristes, ni
solos... El 14 de marzo de 2013 subiste a la Casa del Padre. Ayúdame a
soportar tu ausencia con tu inmenso amor, ¡hijo mío!