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Por fin llegué a Madrid. No me percaté de que era fin de semana y la mayoría de mis hermanos estaban fuera. Llegué a casa de mi madre; la tenían sentada frente al televisor y por la sonda gastroduodenal, la alimentaban.
No reaccionaba. Le hablé, le dije que siempre la había querido, que era una buena madre y que sigo queriéndola mucho. Me apenó verla así... con lo que fue ella, una mujer con carácter, independiente, buena con todos, aunque sus cambios de humor eran frecuentes.
Ella, cuando estaba bien dentro de lo que cabe, me pedía que le leyera, que tocara al piano canciones que le gustaban... Más mal que bien, interpreté una pieza que ella seguro recordaría, pues de joven, la tocaba Rafael Montalvo, un primo suyo; toqué un danzón cubano de Ernesto Lecuona... y algo que no pude terminar.
Hablé en tono alto para que escuchara bien, la acaricié, le dije: "mamá bonita, mamá buena"... Por último la besé en la frente, le acaricié el pelo y recé para ella la oración de San Francisco de Asís, de la que no recordé el final:
"Que El Señor te proteja y te guarde,
te muestre Su Rostro y tenga misericordia
de ti... Y de nosotros."
Después me fui a Atocha, para coger el AVE para Valencia; iba a quedarme algún día más, pero... mi perrita Thais no comía, pasaba todo el tiempo deambulando por la casa buscándome, triste, apagada. Pensé que con lo sensible y delicada de salud que está, podía pasarle lo peor, de modo que adelanté el viaje.
Cuando me vio, se puso contenta, caracoleó como un caballito, me dio lametones... Y entonces comió, bebió y aún estaba inquieta por si volvía a 'desaparecer.' Así que no he salido ni un momento, hasta que se acostumbre a ver que voy pero vuelvo en un rato. Ahora sé que no podré volver a menos que mi perrita pase el puente del arcoiris cuando, por desdicha, me deje en esta tierra, si es que Dios no me llama antes.
*Mamá, papá y mis tres hermanas mayores; Mis abuelos maternos y mis tíos, hermanos de mi madre.