Pues
sí, aunque no lo crean, la publicidad, los mensajes de correo
electrónico que la mayoría de la gente elimina y es considerado como 'spam' tiene
muchas veces un aliciente para las almas solitarias. En los días más
difíciles me dedico a llenar mi correo de algunos mensajes no
solicitados para curiosear y distraerme, evitando así pensar en lo
aislada que me siento, pensar que de nueve hermanos no hay un solo
correo ni por equivocación. Suelo enviarles algún escrito, mensajes y pps, para que sepan que no los tengo en el olvido, a amigos, hermanos, hijos... algunos contestan; otros nunca lo hacen.
Así que esos mensajes personalizados
por un robot empiezan por mi nombre, me ofrecen servicios, objetos
absurdos, premios y casas de ensueño. Puedo pasar una hora o más
buceando en ellos.
A
veces, medio agradecida medio sintiéndome tonta, hago un pedido que no
necesito en absoluto, pero que me hace sentir que alguien, en algún
lado, se ocupa de que la tontería que pedi sea empaquetada, enviada y.
días después, suena el timbre de la puerta preguntando por mí.
Anoche, tras muchos años de haber superado la fiebre del chat,
entré en uno de un periódico de prestigio con un montón de salas
virtuales; entré al que ponía "Ciencia", con la esperanza de que se
trataría de algún asunto interesante. En vano. Varios 'motes' o nicks, que se dice ahora, se dedicaban a insultarse, otros a insertar soliloquios y alguno más soltaba un chiste.
Era bastante tarde y la superficialidad, un tanto dadá del conjunto, terminó por aburrirme. Me despedí. Nadie contestó.
Decidí que era mejor pinchar en el spam.
Cuánta gente se siente sola y vierte su amargura o resentimiento en la
pantalla, sin tener en cuenta que detrás de la misma hay alguien de
carne y hueso.
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