Te echo de menos, mi querida perrita.
Ya no podías seguir a mi lado porque ibas a sufrir demasiado y no quise ser egoísta.
Tú sabías que te estabas yendo, que todos los esfuerzos para curarte fueron sólo
un paliativo que te ayudó a pasar tus últimos tiempos con apetito y acompañarme
en largos paseos.
Nos despedimos antes de llevarte. Y
tú supiste que era la despedida final en esta tierra. Te llevé en brazos, te
canté, me llenaste de lametones y yo te cubrí de besos. Y llegó el momento...
No te resististe, como otras veces. Tuve tu cabecita apoyada en mi brazo
mientras Hari te la volvía para que no vieras que te pinchaban en la vena de tu
bracito.
Luego, entraste en coma. Te abracé,
te hablé, mis lágrimas te mojaron y las llevaste contigo, mi amor, mi compañera
de vida, mi todo...
Tú sabes que te quise y te quiero. Y
allá donde te encuentres, algún día iré a buscarte; cuando Dios me llame a su
presencia, le preguntaré adónde puedo estar contigo, y con Coli y Tobi.
También te presentaré a mis otros
seres queridos humanos, a la minina... y de nuevo estaremos juntos amándonos
por toda la eternidad.
Hasta pronto, mi amor.
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