Es en silencio cuando podemos meditar y reconocernos a nosotros
mismos. Si pasamos la vida sin meditar, sin realizar una introspección propia,
si buscamos y no encontramos, el silencio de la meditación suplirá a las
carencias materiales, dejándolas en segundo plano, pues en verdad, la
espiritualidad es de lo que no podemos ni debemos prescindir en esta sociedad
consumista, materialista.
Y eso no llena. Frustra, cansa y la vida parece perder sentido.
Lo espiritual conforta, llena, nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos y
con el Amor de Dios, que percibiremos sin dejar que los pensamientos continuos
entorpezcan la meditación, donde se manifestará la espiritualidad propia y con
la Divinidad.
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