Empezó siendo una especie de diario donde contar mis vivencias. Por otra parte, el maltrato de los inocentes animales me conmovió y quise defenderlos... Ahora, después de largo tiempo, será un "cajón de sastre" donde podrás encontrar varios temas: artículos, poemas, vídeos, reflexiones, aforismos y además entradas personales según vayan aconteciendo.
28 de junio de 2017
13 de junio de 2017
HASTA SIEMPRE MI THAIS, MI AMOR
Te echo de menos, mi querida perrita.
Ya no podías seguir a mi lado porque ibas a sufrir demasiado y no quise ser egoísta.
Tú sabías que te estabas yendo, que todos los esfuerzos para curarte fueron sólo
un paliativo que te ayudó a pasar tus últimos tiempos con apetito y acompañarme
en largos paseos.
Nos despedimos antes de llevarte. Y
tú supiste que era la despedida final en esta tierra. Te llevé en brazos, te
canté, me llenaste de lametones y yo te cubrí de besos. Y llegó el momento...
No te resististe, como otras veces. Tuve tu cabecita apoyada en mi brazo
mientras Hari te la volvía para que no vieras que te pinchaban en la vena de tu
bracito.
Luego, entraste en coma. Te abracé,
te hablé, mis lágrimas te mojaron y las llevaste contigo, mi amor, mi compañera
de vida, mi todo...
Tú sabes que te quise y te quiero. Y
allá donde te encuentres, algún día iré a buscarte; cuando Dios me llame a su
presencia, le preguntaré adónde puedo estar contigo, y con Coli y Tobi.
También te presentaré a mis otros
seres queridos humanos, a la minina... y de nuevo estaremos juntos amándonos
por toda la eternidad.
Hasta pronto, mi amor.
3 de junio de 2017
...Y DESPUÉS...
Me siento decepcionada, triste, no
puedo soportar la idea, sólo la idea, de que será muy difícil —tal vez
imposible— que los hermanos volvamos a reunirnos, a encontrarnos y conocernos
algo más.
Alguna vez dije que mamá resistía
para que nosotros, sus hijos, nos uniéramos, nos sintiéramos como una familia…
Pero no ha sido así.
Se han abierto heridas, cicatrices
que apenas se notaban volvieron a sangrar.
Lamento haber estallado la tarde en
que se nos fue la madre, y estallé sin remedio creo que por el ambiente espeso
y negativo que en ciertos momentos se respiraba. Me parecía una falta de
respeto para mi madre muerta, que alguien hablara de algo que decía que le
pertenecía porque ELLA, ya en el cielo, le había dicho que se lo dejaría a uno
de sus hijos.
La sospecha, el vacío, las
conversaciones aparte y el silencio atento de varios de los presentes, me
enervaron.
Algo se fraguaba y yo no sabía qué. Cuando
por fin, bastantes días después de la pérdida de mamá, me enteré de cosas que
me parecen innombrables —por respeto a ella— me invadió una profunda tristeza
que aún no quiere salir de mí. Es penoso, duele y deja sin sentido la esperanza
de volver a juntarnos todos alguna vez. Y es posible que sí, que volvamos a
vernos: espero que no sea para otro funeral. Es una idea que no resisto. De
once, ahora quedamos ocho. Y yo no quiero ver desfilar a otro hermano o hermana
—somos seis y ellos dos— camino del camposanto.
Dios no lo quiera.
21 de mayo de 2017
MAMÁ, SIGUES CON NOSOTROS.
Madre
mía, te has ido dormida. Nos dejas tu recuerdo agridulce, viva, pero inane,
encamada durante años hasta que el corazón se cansó de latir.
La
razón me dice que estabas viva y, posiblemente oías, pensabas, querías hablar y
no podías…
Y
eso, mamá era una muerte en vida. Tal vez sufriste durante esos años. Sé que tu
existencia no fue “de rositas”. Fuiste luchadora, tuviste once hijos y espero
que no llegaras a saber que otras dos hermanas se fueron antes que tú.
Ahora
que has pasado a la verdadera vida, te habrás encontrado con tus seres
queridos, los que perdiste en la vida terrenal. Ellos te habrán recibido
gozosos de volver a estar contigo, sin el lastre de un cuerpo enfermo y sin
remedio. Ellos te confortarán, estoy segura, y hoy ya estás a la derecha del
Padre y junto a la Virgen de Fátima, la peregrina, como lo fuiste tú… tantos
viajes obligatorios, todos íbamos y volvíamos y tú tenías que adaptarte de
nuevo a empezar de cero.
Sufriste
en esta vida terrenal, pero quiero que sepas que todos tus hijos te hemos
querido y valorado a pesar de los vaivenes de la existencia. Madre, ¿Verdad que
morir es como nacer? ¿Qué esta vida es un tránsito hacia la vida verdadera? Como
nacimos morimos, no traemos nada al nacer ni nos llevamos nada al pasar a la
otra vida, donde no hay dolor, ni enfermedad, ni sufrimiento ni muerte. Verás a
mi hijo con su brazo, a tu esposo joven y amoroso, a tus padres y hermanos, a
tus hijos, que nos dejaron desolados, y menos mal que no te lo dijimos. Ahora
están contigo con el amor que se tiene a una madre, que es inconmensurable.
Descansa
en paz en es nueva vida donde espero encontrarte, a ti, a mis hermanitos, a
todos los que quisimos y nos quisieron.
Espérame,
mamá… casi tengo la seguridad de que será la siguiente en llegar hasta ti.
Hasta siempre, mamá
9 de marzo de 2017
MIS HERMANOS
La semana pasada estuve unos días en madrid, en la casa donde está mi madre, aún encamada desde hace nueve años. Volví a verla, le hablé y le di un mensaje de su única hermana viva. Tengo que llamarla para decírselo, y no sé qué me impide hacerlo. No es desidia, lo sé... es que comentar las cosas que se viven, que son un cúmulo de pensamientos y emociones, cuesta. Tengo que obligarme a hacerlo.
Mi madre sigue igual, cada vez más mermada, apenas abre un ojo; y creo que ve y oye por el oído izquierdo. Si es así, si piensa, sé que está sufriendo. Muchas veces he pensado que tal vez ella esté aún viva —si así puede llamarse— para que sus hijos, nosotros, nos unamos. Y la única forma es vernos juntos y hablar de pensamientos y sentimientos, de nuestro devenir por la vida y tener la voluntad y el valor de expresar el afecto y la compasión.
Resulta difícil, pues desde niños se nos ¿educó? para no exteriorizar emociones, afectos, pensamientos... No sabíamos entonces compartir. Tarde ha sucedido, pero siempre es tiempo de reconciliaciones, de no temer rozar la piel de un/a hermano/a sin que aflorara una especie de vergüenza, timidez o ambas cosas. Hubo cierto miedo durante casi toda nuestra existencia y todos tragábamos, escondíamos cualquier gesto, palabra o expresión. El temor a la burla y al enfado, el miedo al ridículo, nos lo impedía.
Hoy tengo que decir que en esos pocos días todo fue distinto. Para mi sorpresa, al ver a mis hermanos nos abrazamos, nos interesamos unos y otros por los demás; a veces de uno en uno, otras, todos en la misma estancia hablando, riendo y llorando. Confieso que no pude contener el llanto al despedirme. Fueron demasiadas emociones, me sentí arropada y querida... Y no estaba acostumbrada tras tanto tiempo.
Por todo, me alegro de haber ido a ese encuentro que tanto añoré y eché en falta durante demasiados años. Por fin capté la humanidad de ellos y pude descubrir la mía. Siempre quise que fuera así... de manera que, como suele decirse, más vale tarde que nunca.
AMÉN.
AMÉN.
12 de febrero de 2017
MAYA
Domingo.
He
salido con mi perrita por la zona de mi barrio. He visto un precioso perro —parecía
un Golden retriever— en realidad, una perrita llamada Maya. La familia esperaba
al abuelo, que llegaba con Maya suelta, alegre y con expresión de felicidad. La
perrita fue recibida con alborozo por los niños, la madre y el abuelo, fue
besando a sus nietos mientras Maya trotaba y sonreía feliz.
Pensé:
Qué felices están todos, comparten la alegría, el paseo y las patatas fritas…
Miré
a Maya y ella contestó con una mirada alegre y sonreía más, si cabe. Entonces
sentí mi soledad ensanchándose más y más. Thais y yo nos fuimos alejando para
llegar a una avenida donde hay zonas de hierba, donde ella se revuelca boca
arriba para levantarse y sacudirse. Siguió el recorrido habitual volviendo a
tirarse en la yerba, disfrutando de su frescura.
Tras
descansar en un banco del parquecito, volvimos a recorrer el camino inverso
hacia casa. Maya y su familia ya no estaban. Por un momento regresó a mi mente
el hermoso cuadro amoroso de Maya y su familia, los niños abrazando al abuelo,
recibiendo a Maya y la mirada complaciente y feliz de la madre, la nostalgia —creí
ver un velo de tristeza en su mirada— del abuelo, que casi con seguridad volvería
a estar sólo consigo mismo en su casa; saliendo a tomar el sol en un banco
donde coincidía con otros abuelos, unos, callados; otros, discutiendo
amablemente sobre esto y aquello:
—En
mis tiempos… —y así seguía, volviendo a un pasado que fue presente.
Pueden
creer que, sin dudarlo ni un momento, sin avergonzarme ni sentirme menos
persona, recordé a Maya y sentí cierta desazón por no ser ella.
Decidí
cantarle a Thais para espantar la tristeza.
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