26 de febrero de 2016

Educando a Toby II




A Tobi Lo rescatamos de la perrera. Él me eligió, poniéndose en dos patas y moviendo las delanteras como diciendo: "llévame, seré un buen perro".

Y así fue como Tobi se convirtió en mi compañero de vida (Coli ya nos había dejado; murió de tristeza cuando mi esposo se fue a La Casa del Padre).

Estaba un tanto asalvajado, pues había sufrido maltrato, lo adoptaban y lo devolvían... Así que hubo que educarlo con paciencia y constancia, aplicando el refuerzo positivo. 

De ello se ocupó, sobre todo, mi querido hijo Juan, que tenía el don de entender a los animales, como ellos le entendían a él. 

A pesar de su enfermedad, ya con el brazo derecho amputado, tuvo fases en las que, tras el tratamiento, recuperaba fuerzas y luchaba por vivir. Tobi llegó a ser, en poco tiempo, un perro feliz, obediente, simpático y amoroso. Nunca había jugado y se divertía con los muñecos de trapo que le llevábamos, como si fuera un cachorro. Entonces contaba con seis años de una vida sumamente dura.

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