25 de junio de 2011

Un Lujo Asiático ©

¿Qué se puede hacer cuando sólose tienen ganas de dejarlo todo? Deseos irrefrenables de desertar, de marcharse sin más, sin explicaciones… Y lo peor: sin que nadie resulte dañado, sin dolor ni remordimientos; que sea un alivio para quienes se supone que una vez estuvieron cerca y que ahora tienen derecho a vivir su vida independiente. Que no sea tomado como un abandono o venganza, sin que nadie se sienta mal por lo que hizo o dejó de hacer…
La decisión se hace tanto más difícil cuanto más piensas en los otros, los que van a seguir viviendo, mal que bien, como ellos y el azar decidan o las circunstancias les condicionen. Me gustaría irme en silencio, sin ninguna parafernalia, sin pena ni gloria, sólo descargar de responsabilidad a cualquier ser que haya podido sentirse cercano a mi persona.
Escuché muchas veces aquello de nadie es imprescindible, lo he llegado a comprobar, es verdad: todo se supera, la vida sigue y la gente se habitúa a una ausencia que ya era, estaba y se convertía paso a paso en deber, obligación, exigencia, en fin… un lastre. 
Es una vuelta a los orígenes, al nacer, un tránsito hacia no sé dónde, pero en algún lugar, dimensión, espacio o éter el pensamiento seguirá, la mente procesará ideas aunque no las transmita de manera sonora.

Y si no queda rastro, si todo lo que se encuentra, y ni siquiera eso, si no hay consciencia de ser, entonces la nada; tampoco habría dolor, ni arrepentimiento, deseos de regresar o de nuevamente partir.
Si nadie me necesita, entonces estoy de sobra. Si todo lo que puedo aportar son problemas, conflictos, incomodidades y sacrificios, estoy de más. Es probable que ya muy poca gente me piense… tal vez nadie. Por tanto, no sería una pérdida, y mucho menos irreparable.
Lo he repetido tantas veces… Morir es un lujo asiático.


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