24 de junio de 2011

DAÑOS COLATERALES ©



MEDIANOCHE en Bagdad. Khalil y su familia esperan en silencio, roto por las voces que salen de la radio mezcladas con la del televisor. Sadam llama a la guerra santa, las tropas iraquíes desfilan entre los comentarios de los bustos parlantes. Todos están expectantes, a la espera de un milagro que pueda librarles del horror. 
Khalil perdió a su hermano mayor en la pasada guerra, en medio de la calima roja, en la operación “Tormenta del Desierto”.

Yamile mira a su esposo con los ojos muy abiertos mientras amamanta al pequeño Yusuf, nacido tan sólo hace unos meses, mientras su hermana Amina enreda sus pequeñas manos entre los pliegues de su ropa. No sabe qué ocurre, pero siente miedo. Otras veces lo ha sentido, pero ahora, no sabe por qué, presiente que no bastarán las palabras de su padre ni los mimos de su madre para espantar esa sensación que le hace sentirse desvalida.
Zobeida, la anciana madre de Khalil, conserva la mirada húmeda, casi impersonal, que le dejó el sonido de las bombas hace diez años. 
Como un fantasma esperado, avanza la noche, que se torna amenazadora. Se hace el silencio. El televisor pierde las imágenes, como espantado, igual que los niños; Yusuf deja de succionar. Yamile se percata, desolada, de que sus pechos se han secado repentinamente. El bebé empieza a llorar y ella lo mece sin darse cuenta.
El ulular de las sirenas corta el aliento. Miedo. Se abrazan, amontonando sus rostros mientras sus lágrimas se mezclan formando un hilo que recuerda al Tigris. Los estallidos resuenan, parecen lejanos.
— ¿Cuándo, cuándo van a parar?
No hay contestación, Amina empieza a entender que no hay explicación para el horror que comparten. 
Latidos. Golpes repetidos en el pecho con cada estallido sucesivo. Los gritos de Yusuf son acallados por los misiles al estallar.
En las afueras de Bagdad, un helicóptero estadounidense se precipita rápidamente hacia tierra. Los tripulantes reflejan la desesperación en sus rostros agarrotados, ven acercarse peligrosamente el suelo. En décimas de segundo, perciben el olor a muerte.
Las señales vuelven a los televisores. 
Las imágenes de Sadam Husseim y George Bush aparecen en las pantallas de medio mundo. Otros premiéres van apareciendo.
En blandos despachos, barrigas cerebrales en poltronas tapizadas de cuero, hablan de daños colaterales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario